El joven Luis Querbes mientras fue seminarista aprovechó bien sus aptitudes. Obtuvo buenas notas. En julio de 1813 en una escala sobre diez, venía clasificado en el cuarto lugar superior “bene”, con dieciséis de sus compañeros. Ciertamente hay nueve con mejores menciones, pero hay setenta y uno que vienen detrás de él. Hugo Favre, que le conoció bien, dice: “realizó con éxito brillante sus estudios teológicos, a pesar de su mala salud que lo condenaba cada año a frecuentes intervalos de descanso en su familia”.
El tiempo pasaba velozmente. Luis había recibió, como era costumbre en aquella época, el subdiaconado el 23 de junio de 1815 de manos de Monseñor Simon, Obispo de Grenoble. En la misma ceremonia, San Marcelino Champagnat y San Juan María Vianney fueron ordenados diáconos. Como había terminado la teología, pero no tenía la edad suficiente para recibir el diaconado, lo enviaron a la escuela clerical como profesor. Era corriente que algunos seminaristas, mientras esperaban sus órdenes, fueran enviados a prestar sus servicios en una institución de enseñanza. En el siglo XVII, un sacerdote de Lyón, Carlos Démia, había creado las pequeñas escuelas de curas donde enseñaban los seminaristas. Estas escuelas duraron hasta le revolución.
El 20 de junio de 1816, el director del seminario le informó que debía presentarse para recibir el diaconado en vistas al sacerdocio y realizar un retiro espiritual de preparación. La ceremonia tuvo lugar el 21 de julio de 1816. La víspera de la ordenación, obedeciendo al consejo de su director, escribió “sus sentimientos y sus resoluciones”. Después de haber expresado su temores y lo indigno que él se sentía a causa de sus “iniquidades pasadas” .Y a sus “defectos presentes y especialmente una gran sensibilidad y una vinculación demasiado viva” que siente hacia sus familiares, detalla sus resoluciones. Se refieren sobre todo a sus ocupaciones y a los ejercicios de piedad diarios. Formula también las gracias que desearía recibir: “Pido al Espíritu Santo que ha de descender sobre mí, especialmente, el espíritu de fortaleza y de vigor, que son las virtudes principales del diácono; el espíritu de recogimiento y oración para preservarme de los peligros de la disipación, hacia la que me arrastra la excesiva libertad que tengo; el espíritu de humildad y de dulzura para comportarme como conviene con mis superiores y con mis semejantes, para reprimir mi acritud, para alegrar mi semblante sombrío y monótono, para alejar las ideas tristes que me persiguen”.
Fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1816. Este año celebramos, en nuestra Provincia Viatoriana de Chile, doscientos años de su ordenación sacerdotal. La causa de beatificación del P. Luis Querbes, nuestro fundador, está introducida en el Vaticano. Que este año nos sirva para conocerlo aún más y seguir sus huellas para transformar y hacer un mundo mejor.
P.Gerardo Soto Toledo, c.s.v.
Párroco El Divino Salvador
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