Son muchos los maestros espirituales que nos proponen como camino de crecimiento en la Fe, una intima relación con nuestra Madre Maria. Siempre será tiempo de gracia en que cada uno de nosotros de su mano nos presentaremos ante el Señor y le encomendamos nuestras preocupaciones y anhelos.
Que mejor que la Madre para iluminar nuestro camino y sobretodo el de aquellos que están en periodo de búsqueda.
Reza así unos de los Prefacios Marianos…que la liturgia nos propone
“Ella, al aceptar tu Palabra con limpio corazón, mereció concebirla en su seno virginal, y al dar a luz a su Hijo preparó el nacimiento de la Iglesia”.
Aceptar la PALABRA en nuestro Corazón implica, responder al llamado que Dios nos hace, VALORANDO EL GRAN DON DE LA VIDA y en ella hacer lectura de las manifestaciones de Dios, recorriendo cada uno de los acontecimientos de nuestra historia personal PARA LUEGO descubrir en ellos el llamado que Dios nos hace a servir a los demás. Sólo así somos Testigos, otro Cristo en la realidad donde el mismo Dios nos envía.
“Ella, al recibir junto a la cruz el testamento de tu amor divino, tomó como hijos a todos los hombres, nacidos a la vida sobrenatural por la muerte de Cristo”.
Reconocer y aceptar nuestra propia cruz, implica vaciarnos, de nuestros egoísmos, nuestro orgullo y ansias de poder para finalmente orientarnos hacia El. Solo en la contemplación de la cruz, el corazón se vuelve agradecido y surge la responsabilidad con nuestros hermanos, con aquellos que caminan junto a nosotros.
“Ella, en la espera pentecostal del Espíritu, al unir sus oraciones a las de los discípulos, se convirtió en el modelo de la Iglesia suplicante”.
Son capaces de ESPERAR aquellos que han contemplado la gracia de sentirse llamados, elegidos y enviados por Dios. Han reconocido su pequeñez, se han vaciado de sí mismos y han aceptado la voluntad de Dios.
Encomendémonos a ella que ….
Desde su asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina, y protege sus pasos hacia la patria celeste, hasta la venida gloriosa del Señor.
Amén.
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